Blog de Cymo - un poquito abandonado

miércoles, 16 de febrero de 2005

Hola ahí!

Este post irá un pelín desfasado. Quiero decir, lo estoy escribiendo a no sé cuantos pies de altura, en un avión de Ryan Air, volando desde Stanstead (Londres) a Sturup-Malmo (Suecia).

Intentaré recapitular lo que me ha acontecido durante el viaje. Espero que no me quede muy pesado. Ja ja ja.

Ayer, entre pitos y flautas (y sobre todo, por hacer y deshacer las maletas) me fui a dormir muy tarde. El despertador, a las 7:15ZT, se reveló ineficaz. La idea inicial era salir de casa a las 8:00 ZT, pero ya se sabe: un retraso de media hora, no nos lo ha quitado nadie. El destino: aeropuerto de Loiu. ¿Dónde cae eso? Pues es lo que no sabíamos (knowledge is power!), el panorama de la carretera era poco menos que descorazonador: atasco kilométrico.

Nuestro pueblo, asumiendo que somos tan sabios como para llegar un sitio sin indicaciones, colocó en su momento las señales de tráfico de forma que no cogimos la autopista, sino que visitamos todo el pueblo de Loiu, problemas (más) de tráfico añadidos.

Me está dando un mareo, cosa fina, a cuenta de la presión

No sé si lo he comentado todavía (creo), pero el viaje en avión es en dos fases: Loiu-Stansted, Stansted-Malmö. El primer trozo es con Easy Jet y el segundo con Ryan Air. Me hace gracia, porque Easy Jet me recuerda a Euskaltel: todo color naranja clarito. Mientras en Ryan Air, el color corporativo es el azul marino, o algo así. Como Telefónica. Juas juas, pienso. Como me traten igual que Telefónica… lo tenemos claro.

Llegada al aeropuerto, sellado de las maletas, café, periódicos y control de seguridad. La puerta de embarque, a tomar por s***. Primera fase del viaje, vuelo a Stansted, con retraso, para que no se diga. El vuelo genial: el avión tenía la suspensión hecha unos zorros, hemos dado mil tumbos. El capitán decía que eran turbulencias. Pero yo creo que debían ser los amortiguadores… fijo, vamos, que íbamos en un atobús con alas.

En el camino he conocido a unos donostiarras, con los que he entablado conversación. Eran tres. Dos de ellos iban de vacaciones a Londres (tres días) y luego a Milán. Ya se sabe, el milagro de haber terminado los exámenes. El otro chico, Álex, se iba a erasmus a Finlandia y, al igual que yo, hacía paradita en Stansted. Menos mal, al menos nos hemos podido vigilar las maletas mutuamente para ir al baño y así. Su vuelo salía dos horas antes que el mío (yo salía, supuestamente a las 19:05), de modo que a eso de las 13:45 me he quedado, once and again, más solo que la una. Después de bajar del avión, hay que coger un tren que recorre una vía circular, alrededor del aeropuerto. Más que un tren, parece un funicular (por las bonitas pendientes que salpican su trazado).

El aeropuerto de Stansted no está mal: hay una sola Terminal, lo cual facilita las cosas, y 99 puertas de embarque (en Loiu hay 12). Hasta que ha llegado la hora de facturar, hemos tenido tiempo de comer Sándwiches caseros,y de hablar de lo humano y lo divino. Después de la comida, cafecito e Internet en una cabina chunga con teclado metálico hiperbólico, y tackball estilo Darth Vader.

Llega la hora de la facturación y, como ya estaba previsto, la chica de Ryan Air, muy amable ella (y tras no menos de quince minutos de espera), me dice que tengo que pagar llevo sobrepeso y que tengo que pagar, pero no a ella, sino en otro departamento. Me dice, ufana, que cuando tenga el comprobante del pago, se lo acerque sin volver a pasar por la cola, y ella me dará la tarjeta de embarque. Y eso he hecho pero, al inglés tipo Mamut que estaba detrás, no le ha hecho mucha gracia que, bajo su punto de vista, yo intentase colarme (a ver si voy a tener yo la culpa de la burocracia estúpida) y me ha sugerido, muy amablemente, que pasase a ocupar un lugar detrás de su persona (igual quería que le mirase el culo, o algo así). La ufana y diligente chica que atendía (Kate, me parece) pasa de él, me pide el comprobante y me da la tarjeta de embarque. Le pido perdón al mamut inglés, y éste mira para otro lado con cara de disgusto (que quería que le mirase el culo para darle mi opinión, es algo que toma fuerza, en vista de la situación).

Nueva espera, paso por el baño incluida, hasta la entrada a la zona de embarque (Lounge, que le llaman). Previo paso a esta zona, hay que superar un estricto control de seguridad. El pollo que me ha “supervisado” me ha chequeado de arriba abajo y viceversa. Creo que éste, también disfrutaba con su trabajo, visto el énfasis que ha puesto.

Otro cafecito en el bar del Lounge, para hacer tiempo. Lo del cafecito va con guasa: más que un café capuchino parecía un katxi de pu de café. Menudo tanke.

Lo mejor viene ahora: hasta 40 minutos antes de la hora prevista para el despegue*, no se “recomienda” acurdir a la puerta asignada, puesto que puede variar sobre la marcha. Una vez pasada esa deadline, ya te recomiendan que vayas acercándote. Aquí viene lo bueno: he tardado 12 minutos a buen paso en alcanzar la puerta 53 que era la asignada. Vamos, un miniviaje dentro del aeropuerto.

*(empiezo a pensar que a la hora prevista no le ponen el IVA, y luego te lo repercuten al subir al avión, porque siempre salen tarde)

En fin, una vez llego a la puerta 53, me pongo a la cola. Todo ufano (no es que no tenga otra palabra, es que con los dos cafecitos y el ánimo transmitido por la RyanAirChicaQueFacturaTusMaletas). Claro, yo que tenía tiempo de sobra, me he pasado unos 30 minutos de pie, esperando a que comenzase el embarque. Que, cómo no, iba con retraso (al parecer, el avión que debíamos coger es el que venía desde Malmö y, claro, venía retrasado). Finalmente, Arafath y Kelly (los encargados de proceder al embarque) anuncian la apertura y, en perfecto inglés, piden a los pasajeros con niños que embarquen primero. Y ahí se arma la marimorena. Menuda educación. TODO el mundo se levanta y se abalanza contra los dos chicos, intentando llegar los primeros. ¿Y la cola? En fin. Una vez embarcados los pasajeros con niños (quizá niñ@s sería una traducción más acurada :-), otra coadyuvante de la metabolización de los pasajeros (la bautizaremos enzimáticamente como puerta53-avión-transpasajerasa) anuncia (en perfecto inglés) que por favor, los pasajeros con números comprendidos entre 1 y 65, deben embarcar primero. Ale, revuelo y marimorena. Todo el mundo se empieza a apelotonar, a empujar, yo quiero ir primero, excuse me, excuse me… Como que con el excuse me ya justificasen el meterte el codo en el ojo, o la mochila en la nariz. Pues bien, mi número era el 57 y he embarcado por detrás de una señora con el 79, un tío con el 82, etc. Que a mi, ni me va ni me viene, pero es que las cosas se hacen con un orden, por algo. Si todos hacemos lo que nos sale de…. “ahí”,así nos va luego. Encima el mamut de la facturación, está allí delante, poniéndome cara de mamut inglés resentido. Definitivamente, quería mi opinión. Pues se la doy: tienes cara de mamut, cuerpo de mamut, y comportamiento de mamut. Por lo tanto, método cartesiano descartado, eres un mamut con culo de mamut.

Salgo al exterior, andando, detrás de un señor con un trolley asesino. Si no me ha golpeado con él cinco veces en el trayecto hasta el interior, no me ha golpeado ninguna. O eso, o el universo no existe…, en fin, dejémonos de paragismos y silodojas.

Cuando por fin cierran la puerta del avión, y comenzamos a movernos, pasan unos 10 minutos de la “hora prevista de despegue”. Sigo pensando que le aplican algún impuesto al tiempo (con eso de que te regalan una hora al llegar,más a favor de mi suposición). Pero claro, que si es de noche, que si los motores no giran, que si las luces, que si llamo a la torre de control, que si la torre se ha enrocado con un tal Charles… En fin, al final despegamos con nada menos que 35 minutos de retraso. Así va el país…

Y eso es todo, de momento. Ahora estoy en el avión de Ryan Air, otro boeing como el de Easy Jet, pero parece que con amortiguadores en mejor estado. A mi lado, una pareja de ingleses. Rubitos, jóvenes, y con los ojos claros. Ella intenta estudiar un libro de marketing. Lo que son las cosas, ese fue mi último examen. Él, lee las revistas.

Bueno, creo que será mejor no alargar más este post. En otro post, o en otro momento, comentaré las cosas que me han llamado la atención acerca de los vuelos de estas compañías de Low Fare. Ahora, a guardar el documento y… a ver qué hacemos con el portátil (donde estoy escribiendo esto para la posteridad).